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LA PRESENCIA DEL CHARANGO EN CHILE.

 

La vigencia del charango en Chile es de muy corta data. Es esencialmente  un instrumento citadino, que  penetró con mucha fuerza a nuestro país a fines de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado, como consecuencia de algunas corrientes culturales innovadoras de la época y de fuertes motivaciones políticas reivindicatorias de las etnias originarias. Su presencia  se ha concentrado en la actividad artística desarrollada por intérpretes y compositores que se dedican con mayor énfasis al cultivo de la llamada “musica andina”, especialmente en los grandes centros urbanizados del país.

 

La llegada del charango a Chile, como podemos advertir, es muy contemporánea y está lejos de ser una expresión ancestral vinculada a la tradición folklórica chilena. Su relato histórico  es muy reciente, al contrario de lo que ocurre en los páises directamente involucrados con su origen. El charango nos llegó a Chile "terminado" como instrumento musical, después de haber sufrido su evolución natural desde los pueblos en que su desarrollo ya tiene una apreciable antiguedad. Este instrumento musical, cumple en Chile esencialmente una función recreativa, cuya manifestación más importante es la que de él se hace artisticamente en los escenarios, muy distinta a las funciones y significación que tiene en otras latitudes. 

 

El charango ha experimentando en nuestro país un proceso de criollización historicamente muy cercano, impulsado basicamente por estudiantes, intelectuales, artistas, grupos culturales surgidos en el corazón mismo de los centros urbanos. Empieza a aproximarse a Chile, recién en la década de los 50 del siglo XIX. Pero no es hasta la segunda mitad de los años 60 en que el charango comienza a destacarse en la escena chilena. Nacen nuevos grupos de música latinoamericana cuyas conformaciones instrumentales al estilo de Los 4 Hermanos Silva o Los de Ramón que destacaron en los años 50 y 60, incorporan el charango entre los instrumentos musicales que ejecutan. No hay charanguistas, es decir,  no hay músicos dedicados exclusivamente al instrumento, son músicos que ocasionalmente dentro del grupo tocan el charango entre otros instrumentos, generalmente latinoamericanos. En consecuencia la música para charango es muy insipiente todavía. El charango es usado exclusivamente para acompañar algunos temas del repertorio andino.

 

A fines de los 60, principios de los 70, el charango continúa su progreso, en una época muy convulsionada por movimientos sociales, situación que en Chile lo afectará notablemente en su evolución, primero, teñido con una ideología política y luego perseguido por una dictadura. Será en este contexto en que nuestro instrumento comenzará a ascender en su aceptación popular. Surgen las primeras composiciones para charango solo. Algunos aportes son del vecindario andino. Su evolución continuará hasta nuestros días. En el camino, connotados charanguistas, celebradas composiciones y un particular estilo de ejecutarlo que irá tomando paulatinamente una personalidad y originalidad derivada de la idiosincracia ciudadana propia de estos "nuevos" cultores que habitan las urbes que se concentran en la falda sur occidental de la Cordillera de Los Andes .

 

Como dijimos el charango ha tenido su mayor divulgación en los grandes centros poblacionales, especialmente en Santiago, de antigua y sólida tradición huasa, centro natural de cuecas y tonadas, de arpas, guitarras y huijas, en suma, la esencia de la música campera. No es raro entonces que el charango haya aparecido en este contexto como desubicado, advenedizo y tremendamente cuestionado.

 

Sin embargo, para los jóvenes que les tocó vivir el advenimiento del instrumento  y creo que también para los de ahora, el charango y las formas musicales que éste conlleva, representaron un aliento distinto, abierto a nuevas sonoridades, casi desconocidas y precariamente desarrolladas en Chile.  En concomitancia con otros instrumentos musicales latinoamericanos que arribaron al país en las mismas valijas en que viajó el charango, estos interpretes y compositores descubrieron una forma distinta de expresarse musicalmente, fresca, estimulante e inspiradora, la que trascendió en el tiempo, la que se adhirió al cemento de la metrópoli, para tomar carta de ciudadanía y perpetuarse en el insconciente colectivo, no del campesino, ni del indio, ni del mestizo, como ocurre en la meseta andina, sino de la calle cotidiana, de la urbe bullanguera, de la plaza vecindaria, del escenario, del aplauso, de la puerta ciudadana que abierta lo espera para eternizarlo en la organología chilena. A esto último es a lo que le hemos estado llamando "Charango Chileno". Su origen lo tenemos muy claro. Su historia, la estamos construyendo.

 

                                                                                                                Héctor Soto 

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